BIENVENIDOS A ESTE TU BLOG, EL CUAL ESTA DEDICADO A LAS ACTIVIDADES REALIZADAS POR LA BIBLIOTECA ESCOLAR DE LA ESCUELA TELESECUNDARIA "FELIPE CARRILLO PUERTO" ESPERAMOS DE CORAZON QUE LES GUSTE Y SEA UNO DE SUS PREFERIDOS. ESCRIBENOS A NUESTRO CORREO: bibliotecarrillo931@gmail.com LEYENDAS Y RELATOS ZONA DE DESCARGA LECTURAS SOBRE VALORES BLOGS DE INTERES PAGINAS DE INTERES SABIAS QUE... FOTOS Y VIDEOS HEMEROTECA DICCIONARIOS RECOMENDACIONES

LEYENDAS Y RELATOS

LA LEYENDA DE LA LLORONA


L as versiones del origen de esta mujer son muy variadas, desde antes de la llegada de los españoles se comentaba que era la diosa Cihuacóatl, quien aparecía elegantemente vestida y en las noches gritaba y bramaba en el aire, su atuendo era blanco y el cabello lo tenía dispuesto de forma tal que, aparentaba tener cuernos en la frente. Otros aseguraban que era Doña Marina, o sea la Malinche quien, arrepentida de traicionar a los de su raza, regresaba a penar.  
Con la conquista estas versiones sufrieron ciertas modificaciones alegándose que era una joven enamorada que había muerto un día antes de casarse y traía al novio la corona de rosas que nunca llegó a ceñirse; otras veces era la viuda que venía a llorarle a sus hijos huérfanos, o la esposa muerta en ausencia del marido a quien venía a darle el beso de despedida; o la desafortunada mujer, vilmente asesinada por el celoso marido apareciéndose para lamentar su triste fin y confesar su inocencia.  
Sea cual fuere su origen se dice que en tiempos de la colonia, a mediados del siglo XVI, los habitantes de la Ciudad de México se retiraban a sus casas sonando el toque de queda dado por las campanas de la primera catedral, a media noche y principalmente cuando había luna llena, despertaban espantados al oír en la calle unos tristes y lánguidos gemidos lanzados al viento por una mujer.  
Las primeras noches, los vecinos sólo se santiguaban argumentando que los lamentos eran de una ánima del otro mundo, pero la situación fue tan insistente que la gente más despreocupada o atrevida, salía a cerciorarse qué era aquello, primero lo hicieron desde las puertas o ventanas, después algunos se animaron a salir y lograron ver a quien lanzaba tan lastimeros gemidos.  
La mujer que vestía una ropa blanquísima y se cubría el rostro con un velo, avanzaba con lentos pasos recorriendo las calles de la ciudad sin faltar una sola ocasión a la plaza mayor donde, viendo hacia el oriente e hincada daba el último y languidísimo lamento, una vez puesta en pie, continuaba con paso lento y pausado hasta llegar a la orilla del lago donde desaparecía.






La Leyenda de La Mulata de Córdoba


(Castillo de San Juan de Úlua)


Durante la época del Virreynato, medio siglo después que don Diego Fernández de Córdoba, Marquez de Guadalcazar decimotercer virrey de la Nueva España, por real cedula autorizó que fuera fundada allá por el año de gracia 16 a 18 sobre las fértiles tierras conocidas entonces como lomas de Huilango, la muy noble y leal villa a la que otorgó entre otros privilegios la de de llevar por nombre su regio apellido, cuenta que había en el lugar una hermosísima mujer cuya procedencía nadie conocía.
No se sabe el sitio exacto donde vivía, aunque los viejos relatos aseguran que tuvo su casa en la hacienda de la Trinidad Chica, que en aquellos años fuera propiedad de los marqueses de sierra nevada. Otras consejas cuentan que vivía en una vieja casona que tenía entrada sobre el antigüo callejón Pichocalco, rumbo al arroyo conocido como Río de San Antonio. A través de los años, su recuerdo quedó envuelto en el misterio y en la leyenda. Esta mujer llevó el romántico nombre de la Mulata de Córdoba.
Según datos, era tan hermosa que todos los hombres del lugar estaban prendados de su belleza. Mujer de sangre negra y española, pertenecia por su nacimiento a esa clase social tan despreciada durante la colonia, clase menospreciada y señalada como inferior por la ignorancia y la intransigencia de la época.
Sin embargo, dice la narración que la Mulata de córdoba era orgullosa y altiva, dotada de singular encanto, morena y esbelta, con la gracia que caracteriza a las mujeres africanas que habitaban las regiones del alto Nilo, quizá por el príncipe Yanga y la tribu Yag-Bara. De estirpe ibera, heredada por el linaje español, sus grandes ojos almendrados y llenos de misterio su piel dorada y cálida producto de dos razas que al mezclarse pudieron dar forma a una mujer bella y ajena a otro trato social, recorría a pie las calles de la villa, por cenderos y veredas buscando las cabañas de los esclavos a quienes socorría y curaba, pues era muy entendida en las artes de la medicina.
También curaba a los campesinos que la solicitaban por los rumbos de San Miguel Amatlán, el Zopilote y San José. Continuamente se le veía caminando bajo el ardiente sol del medio día y subiendo y bajando lomas, acompañada por algún enviado de las personas que solicitaban sus servicios, los que generalmente eran humildes campesinos. Pero habían algunas familias de alto rango que secretamente solicitaban sus servicios, para consultar los horóscopos. Y en esta forma con el correr de los días la fama de la bella Mulata se fue extendiendo poco a poco por el pueblo. Bajo un largo pesado chal donde ocultaba el rostro y la figura, no faltó quien adivinara al pasar, los hermosos ojos grandes y llenos de misterio, y la boca sensual y roja.
Pero en vano fue requerida de amores; las puertas de su casa permanecían siempre cerradas para los enamorados galanes y los caballeros mejor nacidos de la Villa de Córdoba que rechazados tenían que aceptar humillados su derrota.
En aquellos años de epidemias y calamidades, cuentan que valiéndose únicamente de las muchas hierbas que conocía, empezó a realizar curaciones que parecían maravillosas, a conjurar tormentas y a predecir eclipses, pronto la superstición se encargó de decir que la hermosa mulata tenía pacto con el diablo, y como la veían vestirse con finos vestidos se dió por aceptada que poseía mágicos poderes. Se contaba también que por las noches, en su casa se escuchaban extraños lamentos y que veían salir llamas de sus cerradas puertas, y cuando algunas personas la espiaban, las atacaba y después perdíase en la obscura noche sin dejar rastro. En varias ocasiones fue vista simultáneamente en distintos rumbos de la Villa, pues poseía también el don de la ubicuidad.
Todos estos consejos llegarón pronto a oídos del Tribunal de la Inquisición, muy severa en aquellos años con los individuos y en Salmitas a quienes castigaban durante con los famosos Autos de Fé, juzgándoseles como brujos o charlatanes. Aunque no se sabe si fue sorprendida practicando la magia, el caso es que los viejos relatos afirman que fue conducida al puerto de Veracruz, donde se le hizo encarcelar en el Castillo de San Juan de Ulúa para ser juzgada como hechicera.
Allí fué encerrada en una de las celdas donde pasaba las horas tras los, pesados barrotes a la vista del carcelero. Un día la hermosa joven quien a base de buenos tratos se había ganado la estimación de su guardián, le rogó amablemente que le consiguiera un pedazo de carbón. Extrañado el guardián por tan raro antojo, pero ansioso de servir a tan bella prisionera, el hombre llevó a la celda lo que aquella mujer pedía.
Dice la leyenda que la Mulata dibujó sobre las sombrías paredes, una ligera nave con blancas velas desplegadas que parecían mecerse sobre las olas. El carcelero, admirado, le preguntó que significaba aquel prodigio. Cuenta que la joven, con una encantadora sonrisa, le comentó que en ese hermoso velero iba a cruzar el mar, y dando un gracioso salto subió a cubierta diciendo adios al asombrado guardián que la vío esfumarse con la nave por una esquina del obscuro calabozo.
Al día siguiente se dieron cuenta los demás guardianes que su compañero se encontraba con las manos sobre los barrotes y que había perdido la razón; dieron parte al jefe del presidio que la jóven Mulata no se encontraba en el interior de la prisión.
Del fondo del recuerdo, a través de la bruma de los siglos, y envuelta en los ropajes de la fantasía, la romántica figura de la Mualta de Córdoba, pasó ante nosotros altiva y misteriosa, dejándose tras de sí un suave perfume de poesía y de leyenda.





Se cuenta que hace años existía un hombre que se aparecía por las noches con vertido en forma de animal, y tenia la costumbre de aparecerse por las noches, en las vías del tren, una vez paso un hombre que se le había echo tarde y tubo que pasas por las vías del tren el con miedo tuvo que pasar a toda velocidad mas sin embargo se le apareció ese ser en forma de burro, con la cara muy deforme , que hasta se quedo paralizado del terror, que no podía ni moverse, por esa razón los habitantes no pasaban por ahí en las noches, en otras ocasiones se aparecía en forma de guajolote.
Toda la población estaba aterrada y comentaban que ese ser era obra del demonio o que estaba embrujado y que tenia que hacer algo para que se alejara y fueron haber un sacerdote y les dijo que ese ser era un anual, que tenia contacto con el mal y que estaba castigado y por eso por las noche se convertía en diferentes animales.



Hace años existía una casa que fue abandonada por sus dueños, se cuenta que fue abandonada por que en esa casa pasaban cosas raras como los habitantes se enteraron no se atrevían a sercarse a esa casa, por que se veían seres pequeños que les gustaba hacer bromas a todas la personas que se acercaran a esa casa, cuando alguien pasaba sercas de esa casa se Ion rechinar puertas y ventanas sin ningún motivos aparente, ya que no tenían luz se prendía y se apagaron las luces de esa casa.
Por lo que decían los vecinos que esa casa estaba embrujada, otros decían que alo mejor ahí mataron a unos niños y los enterraron ahí que era por eso que esos niños buscaban venganza para poder tener paz.
Mas sin embargo eso seres causa escalofríos y causan miedo y terror a todas las personas que por desgracias los ven...


Los dos monteadores y la sayona



Dos monteadores salieron una tarde del pueblo para adentrarse en la montaña. Llevaban comida para varios días. Caminaron toda esa tarde y cuando cayo la noche hicieron fuego y guindaron sus chinchorros en dos árboles en el monte tupido.
Y ahí, mientras se calentaba la comida, uno se puso a recordar a su novia: lo linda que era, qué negros tenía los ojos y la voz suavecita, como la piel de su cara y de su cuello...
-No hable de mujeres compadre, compadre. ¿No ve que estamos en un centro de montaña?
-¿Y eso?
-Es que no debe hablarse de mujeres en un centro de montaña.
-No estaba hablando de mujeres, estaba recordando a mi novia.
-lo mismo da, igual se nos puede aparecer la sayona.
Nada mas nombrarla sintieron un silbido del lado de la quebrada. Y unas pisadas. El fuego comenzó a chisporrotear como si le hubiera caído aceite, y los dos monteadores quedaron sin habla sintiendo aquella oscuridad, escuchando ese silbido y mirando sin ver hasta que una luz se vino hacia ellos, como flotando, y ya cerca esa luz era una muchacha linda de ojos brillantes que venía sonriendo y caminando así, con una gracia.
-Buenas noches.
Y sin esperar a que le respondieran se sentó al lado de ellos siempre sonriendo. Comenzó a tomar trozos de cazabe con unos dedos largos y blancos y en cuanto se los echaba a la boca los escupía al suelo.
-La sayona -dijo uno de los monteadores con un hilito de voz y ella lo escuchó, claro, pero no dijo nada.
Pero el otro, el de la novia, la miraba embobado. Se parecía a su novia, los ojos tan lindas y esa sonrisa... Y cuando ya fue hora de irse a dormir le dio espacio en su chinchorro, que era de los grandes, mientras su compadre apagaba la lampara y se acostaba en el otro, así, guindado más bajo.
Y entonces todo estuvo oscuro, porque no hubo luna y sólo se escuchaban los ruidos de la montaña. Y el compadre no supo si se durmió. Lo que si fue cierto es que tarde en la noche sintió unas gotas que caían al suelo. Una tras otra, parejitas. "tac, tac, tac", como el final de una lluvia en las hojas, pero más pesadas. Sacó la mano. Una gota cayo, caliente, espesa y pegajosa. Temblando, encendió la lampara y se asomó al chinchorro que estaba guindado alto. Ahí estaba su compadre, ido en sangre, desgonzado y con los ojos blancos viendo al cielo. Pero apenas pudo verlo, porque del mismo chinchorro salió la mano huesuda y el rostro de una calavera con unos ojos que eran una llama de candela. Y la sayona se le vino encima.
Botó la lámpara y corrió. Se vino por esas montañas, en lo oscuro, con la sayona brincando atrás, silbando su silbido de muerte y echando candela por los ojos. Y cuando ya parecía que lo iba a agarrar, cuando ya sentía un aliento caliente en el pescuezo, vio un caño de agua. Y ahí se tiró, en medio del arenal, con los brazos abiertos en cruz.
La sayona se quedo parada silbando y resoplando.
-Vente, vente, vente -silbaba la sayona.
Y el hombre volteó la mirada y tartamudeo un rezo.
-Vente, vente, vente -repetía la sayona con su voz hueca de calavera.
Y esa voz horripilante lo halaba. El rezo se le secó en los labios y aunque estaba en cruz, pareció que la sayona iba a brincarle encima, pero entonces, justo en ese momento. cantaron los gallos.
Y la sayona se volvió como de agua, primero y después de aire y su silbido se apagó y ya no estaba más.






LA CARCAJADA.


El campo mexicano aún reverdecía en todo su esplendor bajo el amparo de las lluvias propias de la temporada, los árboles silvestres se llenaban de frutos cargando  el ambiente con sus exquisitos aromas, las aves revolotean por todos lados degustando las exquisiteces de la temporada, los bosques se veían inundados por una abundancia de cantos  de las aves durante todo el día y solo aquellos animales que suelen alimentarse durante la noche permanecían dormidos durante el día protegidos por la quietud de su madriguera.
Movidos por las anécdotas de las personas adultas sobre las experiencias adquiridas en la cacería de animales aptos para el consumo humano, los hermanos Bautista, decidieron vivir en carne propia la emoción de cazar algún animal silvestre, armados solamente con un rifle calibre 22 de un solo tiro, tres perros que de cacería no sabían nada, y con sus escasos 12 y 14 años de edad decidieron vivir esta experiencia.
Minutos antes de que el astro rey dejara de iluminar esta faz de la tierra, ambos se dieron a la tarea de organizar los objetos que los acompañarían a tan gran aventura. En un morral, acomodaron, una lámpara de mano, cuatro foquitos para la lámpara por si se  fundía alguno de ellos, un candil al que previamente revisaron que la mecha estuviera en buenas condiciones para que en el  momento requerido no fuera a fallar, en una botella de plástico vaciaron medio litro de petróleo, una cajetilla de cerillos, una cajetilla de cigarros  y amarraron a los perros para tenerlos a su disposición en el momento requerido.
Tan pronto como anocheció se dispusieron a cenar y a alimentar a los perros, para que en punto de las ocho de la noche salieran rumbo a su gran aventura.
El caballo que los iba a transportar hacia el punto acordado, fue traído y puesto la montura, saliendo inmediatamente al término de esta, cabalgaron en silencio, seguidos por los perros y todos los implementos predispuestos, escogieron un monte alto, espeso enclavado en un lomerío que hacia difícil su acceso, al inicio del monte se encontraba un plantío de caña, este fue el lugar en el que dejaron pastando el caballo y procedieron a entrar al monte, soltando a los perros, para empezar a rastrear a algún animal del campo, muy pronto se dieron cuenta de que el fiel amigo del hombre no se alejaba de ellos, dedicándose a gruñir muy cerca de sus amos e incluso al quedarse parado los amos los canes procedían a sentarse a un lado, así caminaron un buen trecho hacia el centro del monte, los cazadores azuzaban a los perros para incitarlos a internarse en el y realizar su trabajo sin embargo ni así lo conseguían, continuaron un buen trecho mas y fue entonces que empezaron a oír un leve ruido frente a ellos, apagaron la luz de la lámpara y se quedaron parados sin hacer ruido, aguzando los oídos para tratar de ubicar el lugar exacto del ruido, tratando de darse valor volvieron a encender la lámpara encontrando frente a ellos unos ojos tan grandes como los de una vaca, esto solo fue un relampagueo de luz pues el foquito de la lámpara no volvió a encender, llenos de terror el mayor de los dos empezó a buscar los otros foquitos dentro del morral, tiritando como si un frio infernal los estuviera envolviendo logro tomar los foquitos, poco duro el gusto pues entre tanto frio al sacar los focos del morral se le cayeron, al momento de agacharse y buscarlos le pidió a su hermano que encendiera el candil previamente lleno de petróleo, tomaron los cerillos pero al momento de rasgarlos para encender el candil estos se descabezaban como si estuvieran húmedos, no pudieron volverse a proveer de luz por lo que continuaron en una completa desorientación llenos de miedo, caminaron y caminando buscando la salida del monte solo que lo hicieron en dirección opuesta internándose mas y mas, con tanto terror sentían que algo los estaba persiguiendo, los pasos que daban eran los mismos que escuchaban a unos pocos metros de distancia, en completa oscuridad lograron llegar a un pastizal, en este lugar empezaron a ver la luz de una lámpara, y empezaron a hacerse conjeturas; podrían ser otros cazadores o soldados que en estos tiempos andaban cuidando los campos de este lugar si fueran estos últimos les recogerían el rifle que llevaban consigo y si esto sucediera enfrentarían otro problema con su padre, haciéndose estas conjeturas los de la lámpara los enfocaron directamente en el lugar en que se encontraban, tan pronto sintieron la luz se tiraron al pasto y empezaron a arrastrarse pecho a tierra para alejarse de ellos pero no lograban evadirlos cada vez que se movían estos los volvían a enfocar como si los estuvieran viendo de esta manera se retiraron poco a poco, logrando orientarse y llegar al lugar en que habían dejado el caballo, mudos de terror con dificultad lograron ensillar al noble animal, los perros nunca se alejaron de ellos para seguir el rastro de algún animal silvestre, siempre caminando detrás de los amos. La experiencia no había terminado en el mismo momento de estar los dos hermanos montados en el caballo el lugar por el que habían entrado al monte se dejo escuchar una carcajada tan fuerte que hizo aullar a los perros y el eco se fue retumbando por los cerros como si estos cobraran vida y quisieran prolongar la infernal carcajada, entonces dándose un poco de valor el mayor de los hermanos levanto el rifle y disparó con dirección a la carcajada, la bala se fue zumbando entre los árboles hasta perderse en la lejanía, ninguno de los dos volvió a emitir palabra alguno, el caballo inicio el recorrido de regreso, los perros emprendieron una veloz carrera de regreso a casa llegando antes que los amos, los hermanos llegaron y sin hablar quitaron la silla de montar al caballo y lo llevaron al su lugar de descanso, al entrar a su casa el mayor de los hermanos cayó de bruces completamente frio sin habla, fue cuando el mas pequeño grito al padre que parándose a la carrera encontró a su hijo en brazos de hijo menor, para esto la mamá ya había acomodado la leña para la fogata que el vaciarle el petróleo y arrojarle un cerillo se levanto una llamarada como de metro y medio de altura, al que fue acercado el hijo sin sentido alguno, para hacer que recobrara el calor del cuerpo, posteriormente el calor volvió y el muchacho empezó a recuperarse para narrar lo sucedido, finalmente dejo de existir a los veinte días después de la amarga experiencia.       

Escrito por: Tixtliyo (Seudónimo).  



SIGUIENTE PAGINA